Diario Comunal 245.


Hablar de grandes Maestros, es difícil cuando estamos conscientes de que todos enseñamos. Sin embargo, debemos reconocer que hay maestros, en todos los contextos, que se convierten y convertimos en Autoridades, no sólo académicas sino, morales. Este es el caso de Luis Villoro. 
En su gran mayoría, los académicos son solo repetidores de una multiplicidad de argumentos, personas que no proponen nada, sino enciclopedian sus exposiciones en aras de darse un lugar en sus instituciones, muchas veces solo para acrecentar sus percepciones monetarias. Esto es normal, cuando percibimos que la venta y el consumo de conocimiento, es una de las tantas facetas que tiene el modelo de vida colonial y liberal que ya nos aturde. 
Luis Villoro, fue una excepción, no sólo apoyo de manera directa a los estudiantes durante el movimiento estudiantil de 1968, estimuló los argumentos Zapatistas, dialogando y debatiendo sus consignas, sino fundamentalmente señaló el ocaso de la democracia representativa, y pugnó por una democracia directa, comunitaria o radical. Si, a eso que nosotros hemos bautizado como Comunalicrácia, a quien señala como la única forma de acceder a una horizontalidad política y al respeto a la diversidad, que se da en una asamblea comunitaria. 
Luis Villoro fue visionario, rompió esquemas de pensamiento, es por ello que su ausencia es una pérdida para los que estamos convencidos de que las soluciones a la multiplicidad de problemas que nos aquejan, están en manos del ejercicio concreto de nuestra autonomía.
Es evidente su influencia en miles de personas que alcanzamos a leer sus textos, llegó a Guelatao, acompañado de don Pablo Gonzalez Casanova, de Victor Flores Olea, y de Gilberto López y Rivas, personajes que coinciden también con los principios que durante toda su vida, defendió con amplia argumentación. Su presencia en esta comunidad, nos permitió percibir su extraordinaria humildad y su fuerte compromiso con el modo de vida Comunalitario, actitud que lo señala, (porque en nosotros no morirá), como una verdadera Autoridad Moral. Un Maestro de verdad, respetuoso, trabajador y altamente recíproco. Un ser Comunal diríamos nosotros.

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