Diario Comunal 112: Una fiesta, eso es, la vida y la muerte.

Quizás de manera irreverente, tomo el caso de la fiesta de mi comunidad, en la que sin esperarlo, también se compartió un entierro. Estamos conscientes que todos hacemos la fiesta. Que en asamblea elegimos a los responsables de una festividad, como decíamos, con el pretexto de un Santo Patrón, bien sea una comisión o una familia mayordoma, el caso es que la fiesta se hace, año tras año.
La fiesta es vida, todos lo apreciamos así, pero resulta que en la mayoría de los casos los velorios y los entierros también, se convierten en fiesta, de vivos, y en noviembre de muertos, hasta de los ya fallecidos. Le hacemos fiesta al patrón, a la virgen del barrio, a la boda, al bautizo, al cumpleaños, como tal le hacemos fiesta hasta a la muerte. De manera general podríamos concluir que la vida y la muerte es una fiesta. Claro, no es lo mismo enterrar a un ser querido rodeada de fiesta, que celebrar la fiesta de muertos. Pero, en nuestro caso se dieron ambos casos en una celebración. Lo primero que llegamos a percibir, es que nuestro ser querido se va en medio de una fiesta, a unos esto puede sonar a crueldad, a otros a una simple coincidencia. Los dolientes, que en una comunidad somos todos, aligeramos nuestro pesar, sin embargo, no dejamos de sentir, algo en nuestros corazones, que nos hace decir " la difunta se fue acompañada de musica y de fiesta". Les digo, sin ninguna intención de bromear, a mi me gustaría morir en una fiesta. Porque si la vida me la he repleto de fiestas, pues que la fiesta me entierre. Pensando bien las cosas, esto demuestra una visión específica que tenemos de nuestra existencia. Respetamos la muerte, al grado de mantenerla en nuestros pensamientos como si fuera caminando a nuestro lado. Compartimos con la muerte la vida, cosa muy distinta, lo que se percibe en una ciudad, sin comunidad, en la cual la familia doliente está sola y por lo tanto la vida de los muertos se separa de los que mueren. En una ciudad, cualquiera puede escuchar los rezos en una casa, pero continúa su camino porque la muerte no es suya, es decir de un ser suyo querido. No así en una comunidad, en la cual la música de la fiesta acompaña el entierro. Exponer esta reflexión a ustedes, intenta reflejar, la compartencia profunda que todos llevamos en nuestra profundidad, una compartencia que hace más liviana los bajones que nos puede ofrecer la muerte. Entender que no están separadas la vida y la muerte, y que la muerte es otra manifestación de la vida, que nos convierte en otra materia, en otra substancia, pero que nos hace solubles, en la naturaleza. Escribo esto con un profundo respeto, para la amiga que se retiró de la comunidad en plena fiesta comunitaria.
Hasta pronto mati. Con música y baile despedimos tu presencia.

Debo aclarar lo distinto que es cuando en una fiesta se acribilla a un hermano o a un amigo. Eso es totalmente otra cosa.

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