Diario Comunal 101: Todos los seres humanos somos inteligentes.
La
inteligencia es algo tan natural en todos, pero su ejercicio siempre va a a
depender del medio en el que nos desenvolvamos. El contexto, nos hará diseñar
la forma de apropiarnos y ejercitar todo conocimiento. Si lo primero que
percibimos es el frío, nuestro organismo ejercitar las ideas y acciones
necesarias para evitarlo, o convivir con el. Lo mismo si nacemos cerca del mar,
pues el calor nos invitará al diseño de cómo conseguir temperaturas que
permitan nuestra existencia. En cada caso el ejercicio de nuestra inteligencia
irá de la mano del medio ambiente del que estemos rodeados. Podríamos afirmar
que son los instintos básicos, los que demandan el ejercicio de nuestras
facultades mentales. De ahí que tengamos que aceptar que no son necesarias las
instituciones que el hombre ha diseñado para dotar de inteligencia a los seres
humanos, para sacarlos de la ignorancia, para lograr planos de igualdad y de
uniformidad en el conocimiento.
Si partimos de lo anterior, podemos asegurar
que nuestra asistencia a las escuelas es una realidad que nos conduce al
embrutecimiento, asistimos a ella para que se nos haga inteligentes, aceptando
de hecho que no lo somos y que por tanto, para ser igual o mejor que los demás,
debemos aceptar nuestra ignorancia que con solo ver al maestro como el símbolo
de la inteligencia hacemos eterna nuestra ignorancia. es decir nuestro embrutecimiento.
Esto no se nos borra del imaginario, que absorbemos desde jóvenes, ni al cursar
pos-doctorados, a través de los cuales hacemos eterno nuestro embrutecimiento
aceptando que todavía no somos lo inteligentemente necesarios, para caminar con
nuestros propios pies la vida toda.
Una primera propuesta que deseamos arrancar de
estos razonamientos, es que si partimos de aceptar que todos somos
inteligentes, y que el ejercicio del conocimiento esta en función de nuestro
contexto geográfico , social y cultural, la escuela debemos convertirla en un
centro de reunión en que podamos aprender todos del contexto y de cada uno de
nosotros. Con esto derrumbamos el símbolo, no sólo de ṕoder del maestro, sino
el símbolo único de inteligencia, quien por cierto es el primero que se niega
aceptar que también es un aŕendiz igual que los ṕadres de familia y de los
llamados alumnos. Dar este paso es abrir la gran puerta para e ejercicio del
conocimiento, con la subsecuente obtención de capacidades reales para enfrentar
todo tipo de problemas que agobian nuestra existencia plena, nuestro bienestar
y la felicidad.
Nada se puede conseguir, si se parte de que no
se sabe, y de que el que lo sabe está necesariamente en la escuela, y de que si
se es maestro, por el hecho mismo de serlo nos consideremos inteligentes y
veamos a los demás como una masa de ignorantes, porque de esa manera, lo que
hacemos es solamente reproducir una lógica que nos refunde en el
embrutecimiento,
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