La vida es un eterno ciclo.

Por ello la pandemia también tendrá su noche. Y con la tarde llega el cansancio, aveces el hastío. Se desea que no llegue la violencia, aunque los que quieren controlarlo todo, tengan a la violencia junto a su almohada.
Así como al día le llega su noche, así llega el fin de las parejas, como las aves, a pesar de que la humanidad, quiera dominar, incluso la eternidad, con anillos y firmas.
Todo lo que el humano quiere eternizar, lo natural lo hace terrenal y cíclico. No existe ningún sentimiento que dure por siempre, salvo en la literatura o en el imaginario que sueña desde el poder.
Las guerras, los gobiernos, las instituciones, las éras, las épocas, todos son parte de un proceso que tiene su fin. Incluso el planeta tiene sus amaneceres, o temporadas, que siempre culminan.
Por eso la muerte es vida, y nadie puede detener la marcha, ni de la vida ni de la muerte. Los arboles, ante la violencia renacen, pero tendrán que morir, como las nubes, los volcanes que nos bañan y se van a dormir.
El tiempo existe y es la vida. Las amistades, los "amores", los cuates, las familias, también tienen fecha de caducidad. No debe entristecernos entonces, ver que nada es eterno, y que eso sólo es un invento del humano, que quiere encarcelar la vida, la alegría, y se olvida que la muerte también es natural.

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