Diario Comunal 36.
Maestro somos todos, pero como en todo, hay buenos y malos.
Empecemos por los malos, que en realidad no son malos sino
apáticos. Esos son los que creen que su actividad no es importante, que sus
valores no valen, los que quieren guardar todo para ellos, los que se juntan
con nadie, los que para todo quieren que se les pague, en concreto, este tipo
de personas son víctimas del contexto que les rodea. Esto es aún más en las
concentraciones urbanas, en donde se considera que hasta el tiempo de cantina
es tiempo perdido. La educación mecánica que recibimos, que aparte de
colonizadora y destructora, nos hace seres mecánicos, formados para obedecer, o
para mandar, nos hace competidores, nunca compartidores. Ir a la escuela, en
muchos casos es para superar al otro, el que está cerca, el que nos puede
quitar a la novia, el que puede ganar más dinero que uno, el que es carita y
las chavas lo siguen. Por eso, si es necesario, nos robamos los exámenes, le
hacemos favores al maestro, con tal de lograr la mayor calificación y estar por
encima de los demás. Esto se ve en todos los niveles educativos.
Los que nunca compiten sino comparten son los
buenos, que también no son tan buenos como imaginamos. Estos muchas veces son
los más callados, los que se acercan a todos, los que tratan de leer y grabarse
toda la información que les exigen, los que creen que la unión hace la fuerza,
o como dicen por ahí los que mandan obedeciendo, son buenos porque no se creen,
ni el más guapo o la más bonita, los que incluso se desarreglan para ir en
contra de la mayoría. Son los primeros en alzar la mano en las asambleas, y
resulta que muchas veces son los que quedan al frente de todos. Pero estar al
frente es peligroso, porque los que saben de su fuerza, buscan como captarlos,
de cómo comprarlos, de cómo callarlos dándoles lo que aquellos quieren. En
muchos casos esto el inicio de la corrupción y de que, ser buenos en un
principio, terminan como malos al final, si no pregúntense cuántos de estos no
están en partidos políticos.
Pero los malos pueden componerse, así como los
buenos, deteriorarse, todo depende de cómo hacemos las cosas. En la, escuela se
nos forma para competir, no para compartir, incluso hasta cuando se juega en
equipo, no es lo mismo ser el delantero goleador que el portero, hacer trabajo
de equipo es respetar al otro, saber que, todos bien podemos pensar diferente,
pero al hacer todo en beneficio de todos, todos contribuimos desde lo que
podemos, los altos, los bajitos, los morenos y los blancos, y que quede claro
estoy hablando de hombres y mujeres, porque lo mismo aprende una dama que un
varón, aunque en lo concreto existan otro tipo de enfermedades que ya
platicaremos. Si maestros somos todos asumamos esa verdad y no tiremos la
toalla, dejando la educación solamente a los maestros de paga. Lo dicen los
propios maestros de maestros, y si no creen, lean a Ilich o escuchen a Javier Sánchez
Pereyra, y muchos más que están obstinados en que todos participemos. (Seguiremos)
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